Las necesidades de cada época han marcado la tendencia en el diseño de los barcos. Esta necesidad ha marcado la evolución de la vela cuadra a la triangular: la coca y la carraca.
La embarcación típica de la escuela naval nórdica era la coca, inventada a finales del siglo XII para el comercio de la Liga Hanseática. Tenía un casco redondo, una eslora de unos veinte metros y una manga de diez.
Esto le permitía soportar bien el embate de las olas y almacenar una gran carga (hasta 200 toneladas). Se gobernaba mediante un timón central fijado al codaste (columna vertebral de la embarcación), lo que
le daba una gran maniobrabilidad. En cuanto al aparejo, consistía en una gran vela cuadrada, colocada en el centro de la nave, que podía aumentar o disminuir de superficie gracias a la boneta (una vela
auxiliar que se colgaba de la mayor) y a las bandas de rizos, unas hileras de cuerdas cosidas a la vela, que recogían parte de la misma. A estas velas se añadió otra llamada bolina, que iba desde la mayor hasta
un pequeño palo (bauprés), colocado en la proa. Ayudaba a mantener la tensión de la vela cuando se navegaba contra el viento. A comienzos del siglo XIV la coca se readaptó para la navegación mediterránea, formándose la carraca. Tenía gran capacidad (hasta mil toneladas de arqueo) y estaba dotada de tres mástiles, con velas cuadradas en el trinquete y mayor, y latina en la mesana. La vela latina era una aportación árabe. La carraca llevaba además otra vela supletoria en la parte superior de la mayor, el mastelero, que aumentaba la fuerza eólica impulsora. Finalmente se le alargaron los mástiles, permitiendo envergar varias velas en los mismos. Los españoles, especialmente los vascos, usaron carracas de menor porte que las italianas a las que llamaban naos. Una de estas, la Santa María, sería utilizada por Colon en su primer viaje.