El tiempo, lento e infinito, va sacando a la luz cuanto está oculto y oculta las cosas manifiestas.
Ayante. Sofocles.
Llegó el 1 de septiembre, momento de felicitación en Grecia donde siempre se desean buenos augurios los primeros días de mes y que sirvan para todos los 30 días siguientes ¡Καλό μήνα! Llegó el primero de septiembre y con el ¡Buen mes! Se abrieron los firmamentos y se precipitó el universo. Llovió de manera apasionada y furibunda hasta que el cielo se quedó blanco y seco, consumido de llover, ahíto de nubes negras. Yo me lo tomé como un “iros todos al carajo y dejadme en paz, humanos simplones y majaderos”.
La flota de chárter permanecía en puerto y sus tripulantes, cual ánimas en penitencia, se desplazaban de una taberna a otra cubiertos con las capuchas llamativas de sus trajes de agua, esperando que esa bóveda oscura y sombría dejara de rugir y les permitiera, aunque solo fuera uno; el baño en las tranquilas aguas jónicas. Que iba a ser de ellos si Poseidón no les daba un respiro, ni podían desplegar sus velas blancas para surcar los mares de Homero ¿Vuelta a Liverpool, Frankfurt, Madrid o Roma y ya está? ¿Y las fotos de aguas cristalinas en Facebook? La naturaleza es insensible y no tiene conmiseración con el turista.
Esas aguas torrenciales me vinieron al pelo, porque necesitaba de purificaciones y baldeo; el agosto te va dejando un poso amargo que hay limpiar si quieres mantenerte erguido sobre cubierta. Serán los años que ocultan las cosas manifiestas o será el tiempo, que deja a la luz las cosas más escondidas, pero el caso es que el verano cada día es más impertinente y acabas atándote al mástil para no oír las voces agrias de las sirenas diciendo:
Sal de aquí; tú ya no perteneces a este mundo.
Gente buena. Gentes malas. Amigos que se marcharon sin hacer ruido y cuando más falta hacían. Tengo la sensación que mueren más indios que vaqueros; o es que los primeros lo hacen en elegante silencio; como Ra. Todo se lo llevó el verano.
El turismo masivo es una fuente de contaminación y de insatisfacción enorme. Cuando aparece el primer extranjero todos son sonrisas y parabienes. Su llegada es motivo de alegría y comadreo:
– ¿Cómo es tu país? Siéntate a comer con nosotros. Toma esta fruta para el viaje…
El segundo acto empieza cuando se siente la necesidad de que nos visiten para poder vivir de ellos y abandonar las cabras y los cultivos, el campo duro y embrutecido. Luego viene lo de que preciso muchos visitantes más para pagar todo lo que he invertido en atraerlos. El desenlace final es la constatación de que tu vida ha cambiado tanto que ya ni la reconoces, los turistas vienen pero tú sigues siendo igual de pobre que antaño con las cabras, pero ahora las añoras e imaginas sus balidos y sus fantasmas pastando en el lugar donde se yerguen unos apartamentos. Es entonces cuando comienzas a culpar al turista, como la fuente de todos tus males.
Ilustrativo es el ejemplo de la Señora Spiridula que ofrecía sonrisas y duchas en su casa a los navegantes a cambio de la voluntad. Con el tiempo reformó su baño y puso más duchas. Ahora cobra 3 € por cliente, te recibe con cara de enterrador y si a los 10 minutos no has acabado comienza a aporrear la puerta. Supongo que si persistes en tu demora es capaz de cortar el agua y dejarte enjabonado esperando el juicio final.
Los turistas también tienen parte de culpa, por supuesto, porque buscan exotismo pero en el fondo quieren sentirse como en casa
:
– ¿Cómo es que no puedo pagar con visa en esta taberna colgada del pico de una montaña de esta isla desierta que solo se llega en barca? Pues habrase visto.
Y se dedican a la fotografía indiscriminada que vuela inmediatamente al ciberespacio o a los comentarios irreflexivos e ignorantes en cualquier foro que pillen, sobre lo que comen y beben.
– La verdad es que para comer, como en España (cambiar por cualquier otro país) no se come en ningún lado.
He visto gente que solo se sienta en una taberna si está recomendada en el Tripadvisor. Aunque la de al lado sea más bonita, más barata y te la haya sugerido un habitante local.
En fin, que esta lluvia abundante y ahogapenas en el fondo es una catarsis estival que da paso a la dulzura de unas islas con los arboles encendidos de gotas que cuelgan de sus hojas, como mocos después del berrinche. Dejaremos que el reloj inexorable saque a la luz lo que quiera o pueda. Mientras tanto me deleito con esta canción de Βασίλης Τσιτσάνης, Vasilis Tsisanis, que me encoge el corazón desde el primer día que la oí, tanto como los días nublados.
Συννεφιασμένη Κυριακή,
μοιάζεις με την καρδιά μου
που έχει πάντα συννεφιά,
Χριστέ και Παναγιά μου.
Όταν σε βλέπω βροχερή,
στιγμή δεν ησυχάζω.
μαύρη μου κάνεις τη ζωή,
και βαριαναστενάζω.
Είσαι μια μέρα σαν κι αυτή,
που ‘χασα την χαρά μου.
συννεφιασμένη Κυριακή,
ματώνεις την καρδιά μου
Domingo nublado,
Te pareces a mi corazón
Que siempre tiene nubes,
Dios mio y la Virgen.
Cuando te veo lluvioso,
No estoy tranquila.
Me oscureces la vida,
Y suspiro con pesar.
En un día como este,
Perdí mi alegría.
Domingo nublado,
Desangras mi corazón.