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29 enero, 2015

El baile de Salomé

Con los párpados medio cerrados, torcía la cintura, balanceaba el vientre con ondulaciones de ola, hacía temblar sus dos senos y su rostro permanecía inmóvil y sus pies no se detenían. (…) Luego fueron los transportes del amor que quiere ser saciado. Bailó como las sacerdotisas de la India, como las nubias de las cataratas, como las bacantes de Lidia. Se volvía a todos los lados como una flor agitada por la tempestad. Los brillantes de sus orejas saltaban y la tela que colgaba por la espalda refulgia en tornasoles. De sus brazos, de sus pies y de sus vestidos brotaban invisibles chispas que inflamaban a los hombres. Cantó un arpa. La multitud la acogió con aclamaciones. Sin doblar las rodillas, separando las piernas, se arqueó tanto que la barbilla le rozó el suelo. Y los nómadas acostumbrados a la abstinencia, los soldados de Roma expertos en libertinajes, los avaros publicanos, los viejos sacerdotes agriados por las disputas, todos, dilatando las aletas de la nariz, palpitaban de deseo.
G. Flaubert. Herodias

De música voy a hablar esta vez. Pero en este caso lo hago con música que habla de baile y no de uno cualquiera, si no de esos que nos transportan a no se sabe donde.  Porque en las culturas orientales los bailes tienen una componente mística y ofrecen la posibilidad de la transposición y de adentrarnos en nuestro lado espiritual. Como ejemplo más llamativo está el “Sema” de los Derviches que con sus giros infinitos tratan ahuyentar su ego.
He escogido esta Salomé de  Ludovikos ton Agnogión, cantad por Lizeta Kallimeri y Sokratis Malamás porque me ha gustado, sin más. Su letra, como tantas otras, tiene cosas poco claras para mí; pero las elijo porque me atraen y luego las desgrano y las estudio para ver si me siguen gustando. Sí, así es en este caso.
La canción nos recuerda a una Salomé que incendia los corazones y que no deja indiferente a nadie, solo a un pobre San Juan prisionero que perdió la cabeza por ella de la forma más literal posible. Una de las leyendas más pintadas, escritas, filmadas y musicadas de la historia. La potencia de este relato no solo es la del baile velado de una adolescente fatal, seguida por las miradas de hombres de ojos glotones, lo más duro llega al final cuando la joven sensual besa la cabeza cercenada del único hombre que no ardió por ella; el deseo y la muerte, ahí es nada. Como no sucumbir a este cuento tan tremendo.
En esta canción nuestra Salomé se llama Ana y baila con tanto sentimiento que hace arder el corazón del músico que entona la melodía que da comienzo a la fiesta.  El Taksim, del que habla, es una improvisación instrumental que  precede a una composición musical oriental. Según los modos melódicos de la música árabe, los maqam, se tomaba una tónica y se hacía una progresión melódica, el intérprete tenía libertad para moverse por el maqam e incluso adentrarse en otros, siempre que al final acabara en el original. Suele constar de un solo instrumento acompañado por una discreta percusión y se adereza con bailes ondulantes y voluptuosos en los que las caderas de una bailarina describen un 8 incesante, el símbolo del infinito. Nada que ver con chabacanos espectáculos de striptease occidentales, en oriente siempre los bailes son mucho más serios y trascendentes.
Σαλώμη
Του φεγγαριού το ασήμι
πάνω στο καλντερίμι
απλώθηκε
κι η Άννα το αγρίμι
στου Φώτη το ταξίμι
σηκώθηκε.
Να βγει και να χορέψει
τους άντρες να μαγέψει
μεσ’ τη γιορτή.
Και την καρδιά του Φώτη
θα τηνε κάψει πρώτη
σαν το χαρτί.
Αν έκλαψε η Σαλώμη
στου πάθους τη συγνώμη
θα λυτρωθεί
μα το βαρύ της στέμμα
ρουμπίνι με το αίμα
θα μπερδευτεί.
Salomé
La plata de la luna
Sobre la calle empedrada
Se tendió
Y Ana salvaje
Con el Taksim de Fotis
Se levantó
Para salir y bailar
y encandilar a los hombres
en su juego
Y el corazón de Foti
Se prenderá fuego el primero
Como un papel
Si  llorara Salomé
Con la pasión del perdón
Se redimiría
Pero el peso de la corona
Roja con la sangre
La confundirá
En velero por Grecia , ,
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