La relación de los griegos clásicos con el firmamento está clara, lo que siempre nos intriga más es como lo utilizaban para sus navegaciones épicas. Así lo describe Homero en su Odisea:
Con aquel dulce viento, el divino Ulises desplegó su velamen; sentado rigió con destreza el timón; no bajaba a sus ojos el sueño, velaba a las Pléyades vuelto al Boyero de ocaso tardío y a la Osa, a que otros dan el nombre del Carro y que gira sin dejar su lugar al acecho de Orión; solo ella de entre todos los astros no baja a bañarse al Océano. La divina entre diosas, Calipso dejó dicho a Ulises que arrumbase llevándola siempre a su izquierda.
Odisea, Canto V (269-277)
Homero embellece el firmamento. Que elegante manera de describir a un grupo de estrellas circumpolares; siempre visibles sobre el horizonte para los mediterráneos y siempre dando vueltas alrededor del polo norte. Y muy buena pista de como se orientaban los navegantes ilustres. Nunca mejor dicho, pues si dejas el carro siempre a tu izquierda, navegas hacia oriente.
La mayoría de los astros salen por un lado del horizonte y se ocultan por el otro; pero no el Carro, debido a que su declinación es parecida a la latitud de nuestras tierras nunca puede mojarse en el mar. Esa fue la condena de la ninfa Calisto y su hijo Arkas; palabra semejante a ἄρκτος (oso); que fueron convertidos en osos y lanzados por el rabo al cielo; el mismo Zeus lo hizo, para evitar las iras de su celosa esposa Hera. La terrible diosa les maldijo y les prohibió que se acercaran al reino de Poseidón, siempre darían vueltas sin tocarlo ¿No es hermoso?
La contemplación del firmamento es tan antigua como la humanidad, ya en Mesopotamia se describían las constelaciones y el zodiaco basado en la división en doce partes iguales de la banda celeste sobre la cual trazan sus trayectorias el Sol, la Luna, y los planetas. No tenían televisión ni internet y dedicaban su tiempo a tareas emocionantes. Pero si se observaba con cuidado el cielo no es nada simple y así como las estrellas aparecían en posiciones fijas, un día tras otro; en el corto tránsito de una vida; los planetas representaban un quebradero de cabeza. En efecto, estos astros al recorrer la banda del zodiaco retrogradan, invierten su dirección, retroceden sus pasos conforme pasan los días, para luego volver a retomar su rumbo. De hecho πλανήτης, planeta, tiene la misma raíz que πλανεύω, engañar o seducir.
Platón ideo el modelo de dos esferas concéntricas para explicar el movimiento de los astros. La Tierra se ubicaba inmóvil en el centro del cosmos, con las estrellas fijas en la esfera celeste a lo largo de la cual se mueven el Sol, la Luna y los planetas. El filósofo planteó el desafío a astrónomos y matemáticos instigándolos a proponer un modelo de movimientos circulares y uniformes que explicaran la retrogradación de los planetas. Fue más de un siglo después cuando Eratóstenes ideo su esfera armilar. Es realmente sorprendente la invención de artilugios tan sofisticados como el mecanismo de Antikithira, del que ya hable hace tiempo, para predecir la posición de los astros en el cielo así como sus
eclipses.
Todo esto era fundamental ya que las observaciones astronómicas indicaban cuándo plantar las cosechas y cuándo segar el grano, localizar sus templos, en que momento emprender una travesía, cómo diseñar sus casas e incluso cómo orientar sus ciudades. La supervivencia y el éxito de un recién nacido, dependía de cómo estaban dispuestos los astros porque indicaban la época del ciclo solar. Es lógico que la astronomía y la astrología fueran de la mano en muchos sentidos. La división de la eclíptica en doce partes iguales que abarcaban sus correspondientes estrellas, el zodiaco, el ciclo de los animales, tenían mucho de ciencia, pero también algo de magia; lógico que allí fueran a parar los héroes y los mitos convertidos en constelaciones.
Fue otra vez Eratóstenes en su “Catasterismo” quien se tomó la molestia de explicar; o inventar; los orígenes de las distintas constelaciones y asterismos según la mitología griega, indicando el porqué de esta transformación en estrellas de los diversos héroes y dioses representados en el cielo. Pero en muchas constelaciones la controversia está servida; como en el caso de Sagitario en el que unos mantienen que es el propio Quirón y otros que era el sátiro Croto; y como nunca sabremos si fue primero el huevo o la gallina cada uno se queda con lo que quiere y guste. Muchos de los mitos recogidos ya formaban parte del acervo cultural heleno desde siglos atrás, otros los creó él mismo, en un intento de sistematizar las historias de las constelaciones.
Parece haber una estrecha relación entre los nombres de las antiquísimas figuras zodiacales y el mito de Jasón, sus legendarios argonautas y su viaje en pos del vellocino de oro, lo que demuestra la importancia de esta aventura para el mundo clásico. Así Aries hace referencia al propio carnero del vellocino, Leo al león de Nemea de Heracles, al que se le representa siempre vestido con su piel, Géminis a los gemelos Cástor y Pólux, Virgo a la sacerdotisa del templo donde se custodiaba el vellocino. También existe una Argos Navis, una constelación del hemisferio sur, que se extiende desde Can Mayor a la Cruz del Sur. Y yo si tengo que elegir, prefiero al buen centauro Quirón como sagitario porque la historia queda más redonda.
Quirón fue un sabio y prudente médico, veterinario, músico, astrónomo y principalmente, maestro de personajes tan importantes como Jasón o Aquiles. Vivía en el monte Pelión y su fama era tan grande que allí le llevaban a jóvenes tan ilustres como los anteriores, para que les adiestrara en diversas materias. Dicen que ideó la esfera que lleva su nombre; no he conseguido encontrar nada relacionado con la esfera de Quirón que no sea esotérico, aunque bien podría ser un elemento circular como los descritos por Platón para localizar los astros y que le valdría a Jasón para situarse en su viaje.
Quirón fue herido por una flecha errada de Herácles. Era médico y conocía pócimas milagrosas preparadas con las plantas más raras del Pelión, pero no pudo aliviar su dolor; decidió ceder su inmortalidad a Prometeo para librarse del sufrimiento. Así fue, murió y salió despedido hacia el firmamento, convirtiéndose en el Arquero, para servir de guía a los eternos argonautas que dan vueltas por los mares.
La astronomía ha avanzado muchísimo, hoy las estrellas reciben nombres muy áridos para memorizar y sabemos que las cosas del espacio son más complicadas que estas historietas de dioses vengativos, inocentes ninfas y animales prodigiosos. Pero, también es la propia ciencia la que habla de cuántica, teorías de cuerdas o membranas y universos paralelos. Si hay varios posibles, yo me quedo a vivir en este, el mágico de la Grecia Clásica.