Nuestro trabajo es el alquiler de veleros en Grecia, pero tambien Grecia es nuestra pasión. Esperamos poder transmitirtela.
Sigo con la historia que contaba en la entrada anterior.
Esa misma tarde baje a la playa justo cuando él estaba calando el trasmallo, con su barca, a 100 metros de la orilla. Bueno, pues tampoco se esfuerza mucho, pensé; no es que se vaya allen de los mares (θαλασσααα)
Me quedé observando cómo llegaba, como amarraba la barca, como colocaba las redes. Vangelis, se llama Vangelis; me vio y se dirigió hacia mí.
– Me ha dicho Sofía que tú sabes eso de internet.- Me dijo.
– No sé, Vangelis, depende que es lo que quieras, quizás te pueda ayudar.- ¿Querrá vender sus peces en la red? Pense.
– Pues… es que busco mujer.
– Ahh
– Yo estoy solo ¿Sabes? No hablo con nadie y me gustaría tener alguien que me esperara en casa, alguien que me cuidara cuando estoy enfermo, alguien con quien salir a pasear del brazo los domingos. Alguien con quien hablar ¿me comprendes? – Dijo con la vista fija en el suelo mientras un puñado de avispas zumbaban alrededor de sus pies desnudos.- Las avispas son las únicas que me quieren ¿Ves?
– Les gustará el olor a pescado.- Contesté mientras le veía pisarlas con esos mismos pies, los desnudos ¡Ay!
– ¿A qué quieres que huela un pescador? Pues a pescado.- Contestó
Y yo que soy incapaz de ver la película de Dumbo sin sofocarme, tuve que bajarme las gafas de sol para que no me viera los ojos.
– Claro, Vangelis, te comprendo
– No es necesario que hable griego; ya aprenderá más adelante. -Prosiguió.
– Si, si, por supuesto.
– Además, el lenguaje del amor no necesita palabras.- Dirigió su mirada hacia el mar, que aquella tarde estaba de un azul infinito, el azul del mistral.
– No, no, claro… claro. Igual dices te quiero que σ’αγαπω que I love you. Que mas da.- Yo ya no sabía que decir para aplacar su desconsuelo.- Yo te buscaré una buena mujer, Vangelis, lo intentaré- ¿No sé cómo? pensé; pero algo había que responder.
– Nos despedimos y me aleje de él con pesar.
– ¡Ah Ana¡ – Me gritó
– ¿Sí? Vangelis-Dije sin mirarlo
– Que no sea gorda.
Ahora sí que me volví y le miré esperando una sonrisa, pero esta no apareció; estaba tan serio como si delante de un tribunal estuviera declarándose inocente.
– Si es gorda, no podré meterla en la barca, ni cogerla en brazos. Se tendría que quedar en casa. – Añadió con todo el desparpajo.
Dumbo salió volando y se esfumó en mi memoria; ahora solo veía a Harpo Marx.
– Conforme, Vangelis: Que no sea gorda.- Respondí con un tono de paciencia inacabable.
– Y que sea de 35 años, claro.
– ¿Cómo que claro? – Me quedé mirándolo de hito en hito
– Sí, porque tendremos un hijo.
– ¿Ah sí? – Eso sí que no me lo esperaba
– Yo tengo dos casa en Lefkada y una en el pueblo, además de la barca- Explicaba parsimoniosamente- Si me pasara algo ¿Que sería de mis bienes?- Dejó unos segundos de suspense y añadió – Se los quedará la iglesia.
– ¡Ah, no¡ ¡ Eso si que no!- Levanté la voz- ¡Ahí me has tocado la fibra sensible! ¡De eso nada! ¡Yo te busco una novia delgada y de 35 años, pero a la iglesia ni un duro!- Y me fui de la playa con los puños apretados. Puños apretados, pero sin saber cual sería mi siguiente paso.
Así que, estimadas lectoras:
Si alguna de vosotras está interesada en la tranquila vida de una isla griega, con una casa en el pueblo donde pasar el verano, con una barca de madera para salir a pescar y con una casa de invierno, en la capital, donde dejar transcurrir los meses lluviosos; lo tangible; si os atrae la experiencia de decir te quiero en griego; la ternura; o si bien, alguna vez sentisteis un cosquilleo en vuestro interior al leer “ El amante de Lady Chatterley “; la sensualidad; o todas las cosas a la vez; podéis poner vuestros datos en este blog y yo se los remitiré a Vangelis.