Se acabó el espectáculo, el final de la última edición de la Vendée Globe, la vuelta al mundo en un velero, sin escalas y en solitario; otra vez más ha sido singular, como solo puede serlo esta prueba, considerada como la más dura de todos los deportes náuticos y yo lo extendería más aun, de todos los deportes. Y nuevamente, se convierte en una fuente de mitos y personajes que pasaran a la historia como maestros de las burradas más imposibles.
Soledad
La Vendée Globe es épica por que supone el aislamiento y la autosuficiencia. Es una sola persona la que hace las labores de patrón, tripulante, navegante, velero, médico, electricista o técnico en laminado. Las subidas al palo a reparar cualquier pieza; 30 metros de alto; en medio de la mar enfurecida, son frecuentes. Un ejemplo escalofriante es el de Bernard Stamm, que en una subida al palo durante otra regata en solitario, se llevó consigo el mando del piloto para poder controlar el barco. A esa distancia, el piloto calculó que su dueño estaba demasiado lejos, y por tanto, que había caído al agua, e inició el procedimiento de emergencia, para el que le habían diseñado: todo el timón a una banda para volver al rumbo contrario. Pero como de las velas no se podía ocupar nadie el resultado fue un barco tumbado y Stamm en el agua, atado al palo.
Impotencia.
En todas las ediciones celebradas hay situaciones difíciles y algunas, desgraciadamente dramáticas. Las anécdotas sorprendentes están a la orden del día: Tony Bullimore, estuvo varios días dentro del casco volcado cerca de la Antártida, Bertrand De Broc, se cortó la lengua y se la cosió él mismo en mitad del Índico.
Autocontrol.
La prueba ronda el límite de la resistencia física de un ser humano y también de la locura. Los navegantes se entrenan para dormir cortos periodos de tiempo e intentar descansar durante estos pequeños intervalos, pero esto a veces no es posible y el cansancio y la falta de sueño se acumulan y producen alucinaciones. Roland Jourdain confundió la bola del compás con una cabeza de mono ensangrentada que lo quería devorar, Bernard Stamm le cogió miedo a uno de sus trajes de agua y Jean Le Cam se despertó abrazado a una vela que creyó su hermana.
Terror.
¿Y dónde empezó toda esta locura? Ahora os lo cuento:
En 1968, el periódico británico ‘Sunday Times’ lanzó un reto singular; dar la vuelta al mundo a vela. Las reglas eran simples: cada navegante daría la vuelta al mundo en solitario sin tocar tierra, sin asistencia externa o suministros. El primero en cruzar la línea de meta ganaría la bonita suma de cinco mil libras esterlinas y el premio Golden Globe Race. Se podía zarpar desde cualquier puerto de Gran Bretaña, a elegir, y hacerlo el día que les viniera en gana a lo largo de tres meses.
En el puerto de Toulon se encontraba Bernard Moitessier, un conocido hippy del mar y gurú de toda una generación de navegantes, cuando un periodista le propone participar en la carrera. Moitessier acepta participar, sin ocultar su desprecio por este tipo de competiciones. La leyenda estaba a punto de comenzar.
En el verano de 1968, nueve marineros de todo el mundo se lanzan en pequeñas embarcaciones equipados con un sextante sencillo para el posicionamiento y una radio para comunicarse, que algunos como Moitessier se niegan a embarcar; para que iba a querer una radio si él dominaba el tiro con honda, siempre le podría lanzar un mensaje a cualquier barco con el que se cruzara, para transmitirle su posición.
Bernard Moitessier lideraba la regata cuando de vuelta a Europa por el Atlántico, decidió dar otra media vuelta más al mundo y seguir navegando hacia Polinesia, renunciando a su trofeo. El icono de los navegantes escribiría en un papel, que hizo llegar a un mercante con el que se encontró en medio del océano, lo siguiente:
«Sigo, sin hacer escalas, hacia las islas del Pacífico, porque soy feliz en el mar y quizás para salvar mi alma».
También hubo impostores en aquella mítica edición, como Donald Crowhurst que construyó un trimarán y se apuntó a la prueba sin saber bien donde se metía; ya en el océano se dio cuenta de que no estaba hecho para eso. Pasó semanas en el Atlántico Sur mandando falsos informes por radio, en los que relataba navegaciones ficticias. Sin controles por satélite que revelaran su posición, no hubo sospechas, pero su travesía imaginaria jamás resistiría un análisis en tierra y lo sabía. Siete meses después de salir de Inglaterra se arrojó al mar. Su barco apareció a la deriva, con la mesa de cartas repleta de anotaciones de un hombre que sí navegó realmente; por los mares de la locura. Sobre el tema se hizo una película, Deep Water, de la que pongo el tráiler; siento que esté en inglés pero no he encontrado nada subtitulado en español.
De los ocho participantes que tomaron la salida entonces, sólo uno, sir Robin Knox-Johnston conseguiría acabar la regata tras pasar 312 días en el mar. Su barco, el ‘Suhaili’, de 9,7 metros, completó la vuelta al mundo a una media de 3,6 nudos de velocidad.
20 Años más tarde otro personaje del mundo de la vela, Philippe Jeantot, ferviente lector de los libros de Moitessier, rescata la idea original y organiza la Vendée Globe Challenge, con el mismo espíritu. Es la que ahora se celebrara cada 4 años con salida en la Bretaña francesa.
Los modernos barcos IMOCA dan la vuelta al mundo en menos de 86 días y a una media de 15 nudos de velocidad. Hoy las ciencias adelantan…que es una barbaridad. Pero los océanos son los mismos y los hombres también.
En esta edición se han batido records de velocidad y singladuras impensables. Las roturas, abandonos y accidentes han sido tan numerosas como en otras ocasiones y si bien no han cruzado la meta, se intuye quienes podrían ser los ganadores; aunque siempre es pronto para adelantar un pronóstico en una regata donde los accidentes y la fatiga de materiales pueden dar al traste con el futuro más brillante. Pero dada la historia del evento, no siempre los triunfadores son los protagonistas, como si de una epopeya griega se tratase. Yo con quien me quedo es con un perdedor, con Bernard Stamm; dedicado 15 años en cuerpo y alma a la regata y que ha participado en 3 ocasiones sin acabar ninguna. Nos ha dejado imágenes tan amargas y hermosas como esta de la edición de 2008-2009, donde se le fue el ancla cuando fondeó para hacer reparaciones.
Esta vez tampoco ha podido acabar, a pesar de ser favorito y de ir en el grupo de cabeza durante gran parte de la regata.
Tras limarse y empastarse el mismo una muela partida, empezó a tener problemas con los hidrogeneradores, la única forma de producción de energía a bordo, que significa agua de la potabilizadora, instrumentos de posicionamiento, comunicación con tierra y piloto automático. Energía sin la cual no se puede continuar la regata.
En la madrugada del domingo 23 de diciembre, Stamm tuvo que pararse al norte de la isla de Auckland, al sur de Nueva Zelanda, para arreglar sus hidrogeneradores. La nave científica rusa Profesor Khoromov fondeó cerca de su posición. En la media hora siguiente, Stamm nota que su barco garrea. Ante el recuerdo del resultado de la edición anterior y la urgencia de la situación, decide utilizar el barco ruso como ancla e informa la tripulación de su decisión por VHF. Prepara el barco para moverlo, pero al salir de la cabina, se da cuenta de que una persona ha subido a bordo y ha comenzado a izar el fondeo para ayudarle.
“Cuando lo he visto a bordo, no he encontrado argumentos que justificaran el hecho de obligarle a abandonar el barco.”
Una vez amarrado detrás del Profesor Khoromov, Bernard Stamm va a saludar a las dos personas del bote, y les explica claramente que está en competición y que no tiene derecho a ningún tipo de asistencia.
Pero para el comité de regatas la cosa se ve de otro modo: ha tenido ayuda externa.
Descalificación.
El clamor popular y del resto de los participantes-rivales de la regata fue unánime para que el comité considerase su decisión; pues se justificaba por motivos de causa mayor.
El comité decidió aplazar la decisión, pero nuevamente la mala suerte embarca de polizón en el barco de Stamm y le hace chocar contra un OFNI que le parte el último hidrogenerador. Sin energía la cuestión es de vida o muerte y no es posible continuar. Se decanta por un avituallamiento de gasoil en el mar para arrancar el generador, pues la aproximación a un puerto sin medios de propulsión ni datos de navegación es peligrosa. Eso sí que es una ayuda externa en toda regla.
Abandono.
Con menos del 5% de carga, el consumo eléctrico está seriamente racionado y solo permite una comunicación diaria para contactar con su equipo. Los días y noches al timón se suceden sin descanso; ha dormido 5 horas en los últimos 3 días, congelado y agotado. Pero sorprendentemente sigue siendo uno de los más rápidos de la flota.
El barco que le saldrá al encuentro para avituallarlo no es otro que el Pakea Bizkaia de Unai Basurko, que se encuentra en el Puerto Williams antes de partir con su expedición a la Antartida.
Programan una cita en… el ¡Cabo de Hornos!
El navegante vasco pone su semirrígida en el agua y embarca con dos tripulantes para llevar 30 litros de gasoil a bordo del monocasco de 60 pies. En el intervalo, el suizo ha fondeado en una zona más tranquila para poder efectuar el trasvase. Este reencuentro entre dos antiguos rivales, ahora dos amigos, está marcado por la emoción.
Solidaridad.
Con solo cinco horas de sueño acumulado a lo largo de tres días, está terriblemente cansado y ahora podrá dormir un poco. Por la noche, cuando las baterías están suficientemente recargadas y puede recuperar el uso de sus instrumentos, Bernard Stamm comunica a la Dirección de Regata de la Vendée Globe su retirada de esa edición 2012-13. Con estas simples palabras se van por la borda otros 4 años de sueños y dedicaciones.
Desilusión.
Poco despues la organización de la regata toma su decisión politica, le da la puntilla definitiva y lo descalifica.
El descrédito.
Pero el barco y Stamm siguieronn navegando hacia Francia con el propósito de llegar por sus medios a Les Sables-dʼOlonne. Fuera de regata sí, pero con el apoyo de todos los seguidores que le esperan para darle la bienvenida; al Olimpo de navegantes.