El mundo de la mar y de los barcos ha sido, durante siglos un mundo masculino y la presencia de las mujeres, meramente testimonial.
Hubo un tiempo en que lo único femenino de un barco era el mascarón de proa. Hubo un tiempo en el que creían que las mujeres a bordo traían mala suerte. Hubo un tiempo en que Mary Red, la famosa corsaria, tenía que disfrazarse de hombre para perpetrar sus correrías. Esperemos que esos tiempos hayan pasado.
Hace algunos años la Organización Internacional del Trabajo elaboró un informe sobre La incorporación a la marinería por parte de las mujeres; sólo el 1 o 2% de los 1,25 millones de marineros activos en el mundo.
El estudio pone de manifiesto que, mientras se abren camino en las rutas de la mar, las marineras se enfrentan no sólo a las dificultades habituales de la meteorología, el trabajo duro y las condiciones adversas de navegación, sino también a otros problemas de gravedad como la discriminación, el acoso y la desaprobación de sus familias y se ven relegadas a ocupar puestos de baja remuneración con escasas oportunidades de ascenso. A bordo de los buques suelen experimentar problemas para ser aceptadas inicialmente, se ven obligadas a “probar su valía” constantemente y constatan la reticencia a ascenderlas a puestos de alta responsabilidad.
Algunas de las entrevistadas señalaron que habían adoptado medidas drásticas para evitar acosos, incluida la alteración o “desfemenización” de su apariencia (de hecho, una ingeniera llegó a afeitarse la cabeza). Otra relató cómo tuvo que pegar un puñetazo a un primer oficial para conseguir que saliera de su camarote.
En cuanto a Capitanas , las noticias del tipo : “Hay al menos cinco capitanas en barcos de bandera alemana”, “la compañía de cruceros Royal Caribbean International nombró a la primera capitana de su flota” y “Louise Angel, una sudafricana casada de 30 años, es la primera capitana de la compañía belga Safmarine”, se cuentan con los dedos de una mano.