Estaba yo de crisis existencial, profesional y vital, cuando de repente… Grecia.
Hace ya un mes que llevo por aquí, pasaban los días y no lograba encontrar el encanto que otras veces te llega al momento, en cuanto bajas del Ferry. Por un lado, los trabajos de varadero que te absorben; por otro, la sensación de estar en un país ocupado. Las grandes compañías de chárter, de capital extranjero, no hacen más que vomitar y vomitar veleros en el país, atraídos por las inmejorables ventajas fiscales de comprar barcos bajo bandera griega. Así que las barcúlas griegas se van arrinconando y los puertos coloridos se atiborran de clones blancos; fabricación alemana; con toallas colgadas y pálidos navegantes. Llegará un día que no cabremos y tendremos que salir todos del puerto a la vez.
Sin barcülas y sin burro, estaba perdida.
La modalidad de alquilar un barco en flotilla, invento inglés, es bastante antigua. La idea no era mala; si tú no sabes casi navegar, alquilas un barco pequeñito, 8 o 9 metros, y sigues al jefe de la flota, “la madre”; él te llevará a sitio seguro y se ocupará de tu amarre. Era gracioso verlos en la lejanía: la pata y los patitos. El último día hacían una fiesta del pañuelo, bailaban el Sirtaki y todos tan contentos. Nunca he visto una flotilla española, ni griega, ni italiana; se necesita un carácter más disciplinado y gregario. A nosotros enseguida nos saldría eso de yo con ese no voy, o lo de ¿Quién es ese para decirme donde tengo que cenar?
Las flotillas eran pequeñas y tampoco molestaban mucho; se quedaban en un rincón con su pañuelo, sus toallas, sus hogueritas de campamento y su Sirtaki a toda voz; pero con separarte de ellos ya estaba. El problema es que la flota crece de tamaño, por motivos de rentabilidad empresarial es mejor tener solo barcos grandes que se pueden alquilar en flotilla o en solitario. Pero aunque el tamaño de los barcos ha crecido, la pericia de sus patrones, que a lo sumo han hecho un cursito en su país, no. Las maniobras en los puertos, sobre todo con viento, ya no se paran con el pie, sino que son bastantes toneladas lanzadas contra el muelle y los vecinos, que se hartan de comprar defensas y transilium. Ya no son patitos con pata, si no verdaderas flotas de hasta 20 barcos de 12 o 14 metros. ¿Y cómo encuentran espacio para todos en estos puertos tan pequeños? Pues muy fácil: los jefes de flotilla se van a las 12 de la mañana y copan todos los amarres. Luego llega alguien ajeno y no le dejan amarrar. Todo eso en inglés, of course.
Y entonces llega Agustina de Aragón y les dice que allí se habla griego y ellos ni papa y te dicen que el sitio está reservado y te sueltan las amarras y se lía la de San Dios. Y fuck off y piss off y malakas y los mármoles del Partenón. Y después de todo eso, solo para poder amarrar en un puerto, en Junio, te quedas agotado, malherido y con el ánimo por los suelos. ¿Dónde está Grecia?
En ese estado melancólico anda yo cuando oí a una camioneta vociferar:
-¡Ajoooss! ¡Los más rojos y grandes que podáis encontrar! ¡Ajoooss!
Me gustan los ajos y aquí en Grecia son muy buenos así que me acerqué a la camioneta para admirar las ristras tan hermosas que llevaba en la trasera. Quería venderme 3 por el precio de 2; 75 cabezas en total.
– Para hacer scordallá y tirokafterí.
– ¿Una tonelada tengo que hacer?
Se reía apretando su barriga con las manos. Y se quedó mirando a los sonrosados turistas de la flotilla.
– ¿Cómo se dice ajo en inglés?
– Garlic.
Tomó dos ristras en cada mano y se acercó a los barcos gritando:
– Garlic, garlic.
Los navegantes que en ese momento cargaban bolsas coloridas de Sprinkles, Nuggets, Woffles y Kellog’s, dijeron un no rotundo con cara de espanto y se metieron dentro del barco. Debían pensar que andaban cerca de Transilvania.
– Pero si solo van a estar 7 días en el país y no les gusta el ajo ¿Cómo quieres que se coman una ristra?
El seguía moviendo su barriga con las carcajadas y acabó contagiándome.
Y claro, le compré una.