Ya casi estoy llegando a mi destino. Navegar en velero por Grecia es un método lento de viajar pero que tiene la contrapartida de verlo todo con mas calma.
Otra vez en el Jónico.
Suave, suave, se desliza La Maga: sabe que ya está llegando. Con todas sus velas arriba parece un hada. Entramos en el Jónico y le he prometido, me he prometido, una noche en Petalás; uno de mis fondeaderos favoritos.
No hay ni un alma, fondo fangosos, solo puedes oír a las cabras. Se espera que entre levante esta noche; pues que entre, pienso dormir como una niña.
Llegamos a vela, entre las piscifactorías. Casi me llevo una red por delante. No es una red. ¿Qué es eso? Parece una tortuga enredada; tiene boyarines encima. ¡Es una tortuga!
Qué pena, no puedo hacer nada por ella. No puedo hacer nada por ella, no puedo hacer nada por ella…
Arrío las velas y me acerco. Ya la tengo; con el bichero he cogido la red. Pero no puedo subirla a bordo, es enorme, pesa mucho. Tendré que hacerlo desde la popa. Saco mi navaja, mis tijeras… y como siempre se me olvida la cámara.
Está hecha un lio con la red, está agotada, casi no puede mover las patas. Con paciencia intento liberarla; y ella, terco animal, solo quiera que morderme con su pico, que da respeto. Yo le digo que tranquila; ella sigue con lo de morderme. Yo haría lo mismo.
Vale, ahora hago una foto con el móvil. Desastrosa .
Ya está. Vete tortuga boba; esta vez te has librado; sé mas lista la próxima.
La veo sumergirse en el azul profundo y siento una igual envidia.