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7 enero, 2011

Navegando en barco por las islas griegas: Koufounisi



Era finales de Septiembre y el verano  aún coleaba cuando La Maga amarró en Koufounisi. Nos enamoramos de Koufounisi y paseamos por todas y cada una de sus playas. La isla tiene apenas 4 Km de largo.

En el puerto grande, Marigó iba y venía trayendo y llevando en su cubierta turistas colorados, a la isla de enfrente: Kato Koufounisi.  No porque las playas de Koufounisi tuvieran que envidiar a las de Kato Koufounisi, si no porque los turistas siempre quieren ir a la “isla de enfrente”.

Llego el domingo. A  Marigó la engalanaron con muchas banderas y  se organizó un gran griterío a su alrededor. Ese domingo fue y vino infinidad de  veces: transportando popes, vecinos endomingados, buzuquis, violines y  hasta una madre con niño en brazos,  con traje de cristianar.  El pueblo se quedo desierto y desde Kato Koufounisi se oían las campanas de la ermita pregonando una gran fiesta. No porque Kato Koufounisi tenga iglesia y Koufounisi no, si no porque los griegos siempre prefieren celebrar sus ceremonias en las ermitas más inaccesibles. Allá fue Marigó.

Durante unos días el tiempo fue esplendido. Los pajaritos trinaban en sus nidos, alguna nubecilla se deslizaba despacio bajo el cielo añil y las florecillas  perfumaban el ambiente con sus fragancias. Embriagador. Pero al atardecer…  ¡Se acabó! Los pájaros huyeron como perseguidos por el diablo, las nubes, enrojecidas,  se precipitaron tras el horizonte y flores… no quedó ni una.  Entró el Meltemi fuerte y poderoso. Sopló durante una semana, sin parar un instante y lo hizo con fuerza de temporal: 7, 8,9…Y a Marigó la amarraron a nuestro lado, en el puerto pequeño.

27 de Septiembre, 28 de Septiembre… No puede venir el ferry . El puerto se llenó de equipajes y de coloridos turistas de caras sonrosadas; había que llegar a Atenas para coger el avión de vuelta a casa. 29 de Septiembre, 30 de Septiembre… Sigue sin venir el ferry. Los turistas se impacientan. Reunidos  en un bar del pueblo, con sus maletas siempre a punto para zarpar y releyendo los últimos capítulos de sus libros de vacaciones, comían “Kormós”.

Kormós en griego quiere decir cuerpo, pero también es un dulce típico hecho con bizcocho y chocolate. No me gusta mucho el dulce, pero la pinta de aquel  Kormós no me seducía nada, sobre todo por el ruido que hacia cuando lo servían en los platos; algo así como: Plom.

Y aquí entra en escena Marigó con su aguerrido capitán. Había decidido llevarlos al sur de  Naxos, isla bastante más grande e importante que Koufounisi, con la barca; donde unos taxistas los esperarían y los conducirían al aeropuerto para enlazar con Atenas. Vi algunas caras de alucinación, eran de aquellos  que pasaba sus primeras vacaciones en Grecia, presumo; pero nadie dudó, en un santiamén subieron a la barca. Allí se apiñaban en cubierta, apurando los últimos trozos de Κormós, como si fuera lo último que iban a comer en sus vidas; quizás así fuera.

Marigó dio dos acelerones y zarpo rumbo a la mar enloquecida. Al principio todos sonreían, mientras el barco permanecía a sotavento . El capitán intento seguir toda la línea de la costa , lo mas pegado a tierra posible, hasta alcanzar la parte  septentrional de la isla donde ya sin remedio, tuvo que enfrentarse a las olas que le venían de través; Marigó saltó como una gamba. Todo esto es cierto, yo lo vi; porque salí corriendo con la bicicleta por la isla para seguir la derrota de Marigó. Y también es cierto que una vez en mar abierto, algunos pasajeros se asomaban por la borda y dejaban salir trozos de su “Κοrmós”.

Me entusiasman esto pequeños ejemplos de autogestión de las pequeñas comunidades aisladas.Koufonisia_Windmill_Villa.jpg.Navegando en barco por las islas griegas: Koufounisi

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