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16 abril, 2018

Navegar por Grecia. Los vientos y sus anédotas

Una vez me encontré una carnicería que se llamaba, “Rosa de los vientos”, ανεμολόγιο en griego. El letrero de colores me intrigó y desafió mi imaginación, desde entonces no he cesado en buscar la relación entre ambos conceptos; carne y aire, chicha y corriente, músculo y céfiro. Con el paso del tiempo se me olvidó, pero volvió a resurgir con fuerza la pugna cuando me topé con una ψησταριά con el mismo nombre: Rosa de los vientos. Una ψησταριά es un asador de carbón, un tiovivo de pollos, corderos y tripejas enrolladas, girando hasta el aburrimiento, como gira el mundo, como gira el universo y el aroma irresistible de las piezas en el espeto ¿Sería por eso? La tierra al girar produce el viento, como las barras metálicas ensartadas de esas piezas apetitosas difunden los olores. No sé, puestos a emparejar, ya se sabe que es posible hacerlo con el tocino y la velocidad ¿por qué no entre chuletas y brisas?

En Syros volví a encontrar una “Rosa de los vientos” pero esta vez eran unos apartamentos de alquiler. Aquí el nombre estaría más justificado. Yo imaginaba una persona en el balcón, al punto del vuelo, con el cabello revoloteando, con el fondo del cielo y mar azul batido por el Meltemi de verano y los Nortes de invierno, hasta la demencia. Las Cícladas, al estar en el centro del Egeo son las islas más ventosas y en concreto Syros, que está en el eje del archipiélago, es la isla por la que todo tiene que pasar, hasta el viento.

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