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24 abril, 2015

Un problema de física aplicada

Según la primera Ley de Newton, si lanzamos un cuerpo tenderá a moverse en línea recta y a la misma velocidad, siempre que ninguna fuerza actúe sobre él.  Es decir que si lanzamos una piedra con fuerza, esta inevitablemente tenderá a alejarse de nosotros hasta que la gravedad la haga caer. Aunque la teoría de la relatividad corrige el enunciado y nos dice que todo dependerá del propio movimiento del observador; vamos a suponer que estamos quietos con respecto al cuerpo. Pero para liarlo más, la física cuántica añade que cualquier suceso tiene una probabilidad de que suceda, por infinitamente pequeña que esta sea. Es decir, es posible que al lanzar un objeto contra un blanco este interrumpa su movimiento, tome la dirección contraria y nos dé un golpe en toda la cara. Pedrada. Sorpresa. Posible y probable no es lo mismo pero a veces se confunden. La física es ciencia y para que lo sea tiene que ser totalmente reproducible.
Todo esto me vino a la cabeza al acordarme de un poema de Yianis Ritsos, uno de los grandes poetas griegos del siglo XX y quizás uno de los más carismáticos y prolíficos; Epitafio. Era el año 36, bajo la dictadura de Metaxas, a primeros de mayo las huelgas se sucedían en las principales ciudades de Grecia y concretamente en Salónica la policía cargó con dureza contra los manifestantes dejando numerosos muertos y heridos, entre ellos el cadáver de Tasos Tousis. El obturador de la cámara capta el instante dramático de la madre que descubre al hijo inmóvil y se lamenta a gritos intentando buscar una explicación en la mirada de los viandantes. La fotografía no necesitaba palabras, pero Ritsos escribe unos sus poemas más famosos y trágicos, que es publicado en la prensa. La acogida es tan entusiasta que el mismo periódico decide editar un libro, una tirada de 10.000 ejemplares que se agotó enseguida.
Bosque mío, fronda mía,
Raíces de mi desvelo,
¡Cómo pudimos quedar
Yo tan sola y tú tan muerto!
El libro fue confiscado y quemado públicamente por Metaxas en un acto febril, de los que tanto gustan los dictadores,  junto a las columnas del templo de Zeus Olímpico. Pero aquí llega la física cuántica con sus probabilidades imposibles para cambiarlo todo. Se produjo el efecto contrario y se convirtió en el libro estandarte de las luchas socialistas de Grecia y el himno de la izquierda de ese país cuando en los años ochenta Mikis Theodorakis lo musicalizó.
El poema comienza como un “mirilogi”; el canto fúnebres tradicional de Grecia y más en concreto de la región del Mani, en el Peloponeso. Esta poesía, de transmisión oral, hace siempre alusión a pájaros, flores  y elementos de la naturaleza con los que se compara el ser querido al que se llora. Ya he hablado de ellos en otra entrada del blog. El poema es triste, como se puede imaginar, pero con el toque de esperanza combativa final de Ritsos que Teodorakis supo plasmar con maestría en unas notas a veces lamentos, a veces himno, a veces pura alegría. No es infrecuente oír entonarlo a las masas en las manifestaciones de Atenas. La piedra que dio la vuelta y le rompió la boca a Metaxas. También a los coroneles.
Pero, siguiendo con la física, todos estudiábamos que cuanto más masa más inercia y cuanto más inercia tiene un objeto más oposición al cambio de cualquier tipo. ¿Será por eso, por estas leyes incuestionables que nos rigen, que la abundancia opulenta tiene más indolencia y se enerva ante la posibilidad de movimiento?
El caso es que los mercados se desquician y los políticos vociferan y amenazan, cada vez que algo se agita, ante la posibilidad de que los griegos se hayan hartado de pasarlo tan mal y quieran alterar el equilibrio tan bien dispuesto. Y aunque es posible que aquí nadie de puntada sin hebra y que todo esté medido y pesado, a los mortales de a pie, que desconocemos las fuerzas de la relatividad que nos transportan de uno a otro lado sin enterarnos del movimiento, nos gustaría que, aunque poco probable, en el horizonte de sucesos, los dardos envenenados y desafiantes se quedaran paralizados, giraran en redondo y fueran a clavarse directamente en la garganta de quien los lanza. Sería un gran hito del método científico que los giregos, esta vez, pudieran votar con toda libertad.
Entrada publicada en nuestro blog: http://navegandoporgrecia.blogspot.com
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