Ya sabeis que el tema tabernas en Grecia es mi debilidad. Hoy comento una que no está cerca del mar, pero que vale la pena subir a visitarla.
En Grecia hay tabernas para elegir. Seleccionas una u otra, por la vista, por el sol, por la música, por la comida… En este caso, esta taberna, una ψισταριά, o asador de carne, tiene todo lo anteriormente mencionado: buena vista, excelente comida, música, tranquilidad. Esta en Evgiros, mi pueblo de Grecia.
Pero si la he escogido, si hoy he venido, si ahora os lo cuento; no es solo por eso; aquí lo interesante es la tabernera. Se llama Vula; βουλα. Una griega sin concesiones.
En las brasas hay un cerdito dando vueltas y más vueltas.
-Tenéis que esperar
-Esperaremos- Lo que haga falta. Ya se oye el crepitar del fuego, el cris-cris de la grasa de cochinillo fundiéndose
– Lo que haga falta
Para mi dicha y para desdicha de Vula, aquí no llegan los turistas. La verdad es que podrían flipar con su Tzatziki. Nadie nunca ha osado discutirle; nadie.
-El Tzatziki o es turbo o para dar de comer a las gallinas.
Se dirige a unos comensales totalmente sofocados y con un intenso olor a ajo emergiendo de la mesa. Ninguno rechista.
Estoy totalmente de acuerdo con ella. Solo hay que tomarlo despacito, con pan, con vino. Dejando pasar el tiempo; mirando a Itáka.
Mientras esperamos empieza a colocar en la mesa regalos deliciosos.
-Prueba el Tirokafterí (Pate de queso picante)- La temperatura va subiendo.
-Parece que hace más calor ¿No?
-Y los calabacines en salsa con friganies (una especie de picatostes)
-Umm, mmm
-Unas berenjenas al horno.
-¡Dios mío!
-Vula, trae otro kilo más de vino
Así, así, dulcemente… va pasando el tiempo. Cuando llega el cochinillo estamos a punto de estallar.
-Ya nos hemos pasado otra vez Vula
Ella arquea las cejas y cierra los ojos. Como si no nos hubiera oído.
-Bah. Todavía tenéis que probar el Galactoburo (un dulce parecido al puding)
No lo pienso traducir. Alguien en la mesa se podría desmayar. Lo dejaré caer cuando nos traiga su aguardiente, ese que prende fuego a las entrañas. Con algo habrá que apagarlas.
Pero Vula es mucho más que todo esto; necesitaría varias entradas para ella sola. Vula son los interminables cafés de la mañana, cada una en una mesa, hablando de política, de La Traviata; su opera favorita; de los libros que devora en los entreactos de la cocina; de que las dos somos extranjeras.
-Pero Vula ¡si tú eres griega!
-A sí, pero del Egeo; extranjera al fin y al cabo para los de aquí.
Vula es la solidaridad de sus jarras de agua helada cuando arreglábamos la casa en el pueblo y de uno huevos fritos, los mejores que mi memoria recuerda; cuando tras 10 horas sin parar de pintar subida a una escalera, me dijo:
-Y si me acompañas. No me gusta comer sola.